El diálogo perenne de Fidel Castro y Santiago de Cuba


Santiago de Cuba, – Concertados sin una convocatoria oficial, pero con la complicidad de los sentimientos, cientos de santiagueros acuden por estos días ante la roca que guarda las cenizas de Fidel Castro en el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia.
Esa confabulación se inició en la casita del Tivolí, aquella desde cuya altura divisó por primera vez el mar y donde pasó privaciones que se incrustaron para siempre en su memoria. Vinieron luego los colegios Lasalle y Dolores, donde comenzó a curtirse una personalidad que cuajó después en las luchas revolucionarias.
Tras la victoria, fueron muchas las ocasiones en que el Comandante en Jefe departió con los hombres y mujeres de la villa y su recuerdo está en cada industria, escuela, centro científico y otras obras económicas y sociales inauguradas por él.
Está en esa Plaza gigantesca que colmaron, bajo la lluvia, en aquella madrugada, miles de personas concertadas bajo su influjo, a quienes les bastó su presencia para mantenerse firmes.
Ahora, tras su desaparición física, una cátedra honorífica en la Universidad de Oriente escudriña en su pensamiento y lo acerca a jóvenes que apenas pudieron conocerlo.
En la necrópolis, junto a los cubanos llegados también desde otras provincias, cientos de extranjeros acuden atraídos por el magnetismo de un hombre que caló en el mundo para todos los tiempos.
Por eso, en el vetusto edificio frente al parque Céspedes, donde radicara el gobierno municipal, toma forma un moderno museo que evocará al Primer Frente guerrillero, aquel que bajo el nombre de José Martí, él comandó directamente desde las entrañas mismas de la Sierra Maestra.