Terremoto en San Cristóbal: ¡Que sea una experiencia única e irrepetible!
Las personas de los edificios comenzaron a bajar rápido y salieron a las calles para protegerse.
De momento mucha gente se olvidó de la COVID-19: de ponerse el nasobuco, de mantener la distancia física, de evitar tocar superficies de uso común, como si en esas prácticas no estuvieran en juego sus vidas. Pero quién los puede cuestionar, si cuando la tierra tiembla bajo los pies, lo único en lo que se piensa es en salir, salir hacia un sitio donde nada pueda caerte encima, por segundos la vida se pone al límite.
En el cuarto del apartamento en un segundo piso, donde me encontraba, el sonido me pareció un carro muy grande y pesado cuando acelera desenfrenadamente, nada fuera de lo común, puesto que algunos de mis vecinos usan el espacio frente al edificio como parqueo y taller.
Luego, sentí la vibración y pensé en alguien taladrando en la pared. Pero qué clase de taladro puede causar tanto estremecimiento que mueve el piso, las paredes, hace la cómoda vibrar al punto de casi hacerse pedazos el espejo. ¡No, no, no! ¿Qué cosa es eso?
¡El niño, el niño que está en la sala con mi mamá! Salí corriendo del cuarto y vi a mi madre espantada, con el niño en los brazos, cuestionándome qué era aquello. Salimos a toda prisa del apartamento. Fabricio, el pequeño de solo un año y ocho meses de edad, inmutable. Quizás se preguntó por qué su abuela lo privaba de la armoniosa vista que desde la ventana, regalaba la lluvia: la inocencia puede ser adorable.
Ya abajo, en la entrada de la escalera, la incertidumbre se hizo colectiva. Los vecinos, alarmados, contaban el suceso de manera distinta, cada uno desde su experiencia personal, pero todas tan reales.
Algunos permanecían dentro, en los bajos de los edificios, la mayoría salió al aire libre a pesar de la llovizna, guarecidos con sombrillas o a la interperie.
Yo, sombrilla en mano, calculaba la posibilidad de salir corriendo afuera, a cielo abierto, en caso que se repitiera el temblor.
Con el paso de las horas, al no repetirse el evento, la gente fue poco a poco retornando a sus hogares.
El terremoto ocurrió a las once de la mañana y duró apenas unos segundos, ya es bien sabido, pero la zozobra de los habitantes de San Cristóbal, y tal vez hasta de un poquito más allá, permanecerá por algún tiempo, a igual que las anécdotas alrededor del hecho. A fin de cuentas, todos los días no se mueve la tierra bajos tus pies.
En mi caso particular, deseo poder contarlo como una experiencia única e irrepetible.